domingo, 24 de abril de 2016

Derechos y Valores Europeos en busca de Refugio.



En Europa tenemos un grave problema con las personas refugiadas (o más bien las personas refugiadas tienen un grave problema con Europa). Esta situación se produce, entre otras razones, como consecuencia de la crisis de valores, entendida ésta como un cambio en los principios sustentadores de nuestra idea y definición del mundo y de nuestro lugar en el mismo.

Durante décadas se nos ha contado o, como se dice ahora, se ha construido un relato en el que cualquier persona es sujeto de derechos irrenunciables (los tan manidos derechos humanos) que se supone son los garantes de una vida digna para todas las personas: integridad física y psicológica, no tortura o trato degradante, seguridad personal, salud integral, libertad en la elección del lugar de residencia, libertad de movimiento, no discriminación. Sin embargo, y aunque esto no quede tan bien en “los relatos” de la arcadia europea, otros valores han ido construyendo “la realidad”. Valores, en este caso, basados en unos principios orientados a garantizar y desarrollar contextos favorecedores de una serie de privilegios económicos, políticos, sociales e incluso medioambientales para algunas personas. Ese tipo de valores configuran un paradigma en la visión del mundo y de nuestro lugar en el mismo. Un mundo privilegiado que se construye y se mantiene a partir de la negación, opresión o eliminación de otros mundos.

Un mundo en el que sólo tienen cabida quienes nosotros elijamos, un mundo al que únicamente pueden acceder las personas que consideremos no ponen en peligro nuestra seguridad, integridad e identidad. Esta política de “refugio selectivo” pervierte absolutamente el mandato de  La Convención de Ginebra de 1951, que consagró por primera vez el derecho de asilo y refugio estableciendo que «ningún Estado podrá, por expulsión o devolución, poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de los territorios donde su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, o de sus opiniones políticas». La redefinición europea de ese derecho es la siguiente: ninguna persona refugiada podrá hacernos sentir que pone en peligro  la libertad, la identidad, la nacionalidad, la religión, los privilegios económicos, la seguridad ni el status quo de ningún Estado.

En definitiva, desde hace tiempo lo que prima en Europa no son los Derechos Humanos sino la defensa de  los derechos de Estado y los privilegios de unos pocos. Esta concepción del mundo aliena a todos los habitantes, privilegiados o no, ya que nos priva de la dignidad inherente al ser humano, dificultándonos el ejercicio de nuestro derecho a la solidaridad.

Por esta razón creo que es hora, como muy bien dice una persona muy cercana, de ejercer la desobediencia civil, rechazando la razón y el derecho de Estado y reivindicando el ejercicio de ayudar al otro cuando su vida o libertad peligre por causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social o de sus opiniones políticas.


(*) Myriam Gómez García. Colaboradora del Paris 365. Trabajadora Social. Especialización en ética aplicada a la intervención social.



sábado, 16 de abril de 2016

Austeridad y Refugiados



Han pasado cuatro años desde que jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea firmaron el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza o TECG. Aquel gran acuerdo se producía en el marco de una Unión económicamente agónica, como resultado de la crisis financiera de 2008. Ese fue el inicio de la unión fiscal, de lo que conocemos comúnmente como austeridad. Las actuales turbulencias deberían llamar nuestra atención sobre las consecuencias de una política presupuestaria, que podríamos calificar de distópica. 

Atender necesidades extraordinarias, y por otro lado inaplazables, exige el desembolso de una cantidad adicional de dinero que rompe necesariamente el principio de la disciplina fiscal. Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, prometió a finales de 2015 excluir del cómputo de déficit los gastos derivados del auxilio a los refugiados. De esta medida extraemos una preocupante conclusión: los recortes sistemáticos son incompatibles con la defensa de los Derechos Humanos. Todos reconocemos la vigencia de textos fundamentales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 o la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, sin embargo, la puesta en práctica de estos principios requiere una fuerte inversión. Empezamos a tomar verdadera conciencia de ello cuando en 2001, al calor de la Directiva de aquel mismo año, creamos un Fondo Europeo para los Refugiados. Es fácil adivinar que dicha previsión se ha visto desbordada. Antes de firmar los primeros acuerdos con Turquía, Europa necesitaba encontrar 2.300 millones de euros para poder dar cumplimiento a sus obligaciones humanitarias. El último plan económico del que tenemos noticia está dotado de 700 millones de euros, fue creado por la Comisión Europea y debe ejecutarse hasta 2018. No obstante, estas cantidades quedan muy por debajo de los 6.000 millones comprometidos con Turquía.

Necesitamos revisar nuestros horizontes presupuestarios, hacerlos más flexibles, más realistas, pues las crisis migratorias no se pueden prever ni tampoco ignorar. Pensemos por un momento en Grecia, un país enfermo que había hecho del gasto público excesivo uno de sus pilares económicos, y que desde 2010 es objeto de rescates nocivos. Los despidos de funcionarios, la bajada de salarios y pensiones, la destrucción de empleo y las privatizaciones forzosas que hoy se siguen sucediendo, nos hablan de un Estado absolutamente replegado, maniatado para poder tomar iniciativas que vayan más allá del pago de su deuda. En tales circunstancias, ¿Cómo atender adecuadamente a los refugiados que llegan a Lesbos, Samos, Quios, Leros y Kos? ¿Con qué clase de fondos se podría evitar el hacinamiento de Idomeni o del puerto del Pireo? A pesar de todo el austericidio sigue su propio camino, la reciente propuesta de elevar el IVA griego del 23% al 24% se hace para satisfacer una nueva exigencia del FMI no de ACNUR. En resumidas cuentas, un país cuya deuda pública podría alcanzar el 200% de su PIB en 2017 pierde toda capacidad de atender las necesidades básicas. Ni siquiera la participación de la OTAN en la patrulla del Egeo, ha sido incapaz de conseguir que hasta 1.600 personas llegasen en un solo día a Grecia. Con todo lo que hemos visto ¿Qué sentido tiene seguir presionando las economías de los países receptores?.

El reconocimiento de un derecho conlleva la responsabilidad material de llevarlo a cabo, y debe ser una obligación tan vinculante como la de cualquier tratado europeo. La globalización no sólo permite mover capitales a grandes distancias, incluida Panamá, sino que atrae con la misma facilidad a víctimas de incontables injusticias. De un tiempo a esta parte, Siria, Irak, e incluso Afganistán han dejado de ser lugares remotos. Así, la disponibilidad de fondos es una condición esencial para reforzar nuestra aspiración de sociedades libres y solidarias. No puedo sino sentir envidia con la efectividad con la que Canadá ha podido financiar la acogida de 25.000 refugiados. Sus condiciones de partida son diferentes, de acuerdo, pero después de todas las recetas que venimos aplicando desde 2011 y 2012, deberíamos haber conseguido un futuro mejor, no solo para nosotros mismos sino para los que recurren a nuestra protección.

(*) Jaime Aznar Auzmendi. Voluntario del Paris 365. Historiador y analista.

sábado, 9 de abril de 2016

Los refugiados en Europa



En los últimos meses, hemos asistido a la llegada de centenares de miles de personas, que han llegado a la Unión Europea huyendo de la guerra, los bombardeos, el hambre y la barbarie.

Está siendo el mayor movimiento de población, desde la segunda guerra mundial. Familias que con sus hijos e hijas, dejando el horror atrás y tratando de buscar asilo, jugándose la vida, llegan a las costas europeas, para perder allí su última esperanza. Cabe recordar que el año pasado murieron treinta mil personas en el Mediterráneo y el mar Egeo, tratando de llegar a Europa. Hemos podido ver en qué condiciones han estado,  bajo la lluvia, en barrizales, en la más absoluta miseria.

¿Y cuál ha sido la respuesta de la  Unión Europea? Una respuesta indigna, ya que por un lado, no ha acogido a los refugiados a los que se comprometió acoger, cuando la sociedad civil, Ayuntamientos y Gobiernos Autonómicos han preparado la estructura y los planes de acogida. Por otro lado, un acuerdo de seis mil millones de euros con Turquía, un acuerdo en el que pagamos y nos olvidamos, un acuerdo en que se devuelven seres humanos sabiendo que dicho país está machacando al pueblo Kurdo. El acuerdo de la vergüenza que vulnera la Carta Internacional de Derechos Humanos, la carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Convención de Ginebra para los Refugiados. El hecho de que sólo los que posean nacionalidad siria puedan optar al asilo, es una discriminación por nacionalidad. Sumando el intento de criminalizar a los refugiados y refugiadas, extendiendo la idea de relación entre refugiados y delincuencia, refugiados de primera y segunda, etc… siendo el germen del racismo y la xenofobia. Mostrando la cara más insolidaria de los pueblos.

Tampoco deberíamos olvidar la necesidad de actuar sobre el conflicto bélico, causante de los desplazamientos masivos y preguntarnos sobre el papel de Europa y los países que han armado y están armando al issis. 

¿Cómo es posible que en la Unión Europea se lleguen a acuerdos para rescatar bancos y no se aborden las causas que provocan los desplazamientos forzados? Debería  acordar programas de reasentamiento y hacer un reparto equitativo y solidario entre todos los estados, activar los mecanismos para hacer frente a las emergencias humanitarias, entre otras muchas acciones, que tanto organizaciones humanitarias, como movimientos sociales y los ciudadanos y ciudadanas están reclamando.

En definitiva, el acuerdo Euro Turco abandona los valores que configuran Europa como un espacio común de libertad y justicia.

(*) Carmen Rubalcaba. Administrativa. Voluntaria del Paris365. Miembro del Consejo Político de Izquierda Unida Navarra. Concejal por Izquierda Ezkerra en Zizur Mayor y Presidenta del Área de Igualdad de dicho Ayuntamiento.