Según un estudio de la ONG
Save the Children, dos millones y medio de niñas y niños viven en España por debajo del umbral de la pobreza. Algo más
de la mitad de estos niños, viven en una situación de pobreza severa, siendo
las familias monoparentales, las más castigadas por esta realidad. A esto
debemos añadir que, según los estudios sociológicos, algo más del 70 % de los niños que han pasado
por una situación de pobreza, acaban convirtiéndose en adultos empobrecidos.
Esta realidad, también está
presente en Navarra, siendo multitud las familias monoparentales que sufren
pobreza infantil. En la mayoría de los casos, los hijos e hijas de estas
familias viven con su madre, que es la única cabeza de familia y proveedora de
la misma. Con un mercado laboral tan volátil y un único progenitor asumiendo
toda la responsabilidad económica, es muy fácil perder el nivel de bienestar y caer
en situaciones de pobreza. La crisis ha creado un mercado laboral inestable, con
empleos precarios, a tiempos parciales y mal pagados. A esto se suma la minúscula
seguridad laboral que ofrece este tipo de contratos.
Cuando una madre que asume
toda la responsabilidad económica sobre sus hijos, se queda sin empleo por despido o no
renovación del contrato de trabajo, se produce un efecto devastador en la
familia.
Si no tiene el mínimo de 12 meses cotizados que se
exigen para cobrar el paro, puede llegar a encontrarse sin derecho a prestación
por desempleo, pasando de ingresar un salario a no contar con nada. En ese
momento los gastos siguen siendo los mismos: educación, alimentación, agua,
luz, alquiler o hipoteca y los ingresos no existen. Para una mujer en estas
duras circunstancias, va a ser muy complicado, diríase imposible, continuar con
una vida normalizada.
Si a la precariedad laboral,
sumamos agravantes como una escasa o inexistente red de apoyo familiar, estos
niños están abocados a la pobreza, teniendo como única salida acudir a los
servicios sociales y ONG,s como Cáritas, París 365, etc.
Situaciones como la descrita
son cada vez más frecuentes, siendo la principal causa de las mismas la volatilidad
del mercado laboral. Esta vulnerabilidad es tal, que cualquier revés las acerca
a la exclusión social.
En estas circunstancias, los niños, entran de lleno en la pobreza
infantil. Las consecuencias sobre estos menores son devastadoras. Los Centros
de salud, los servicios sociales y ONG dan cuenta de niños con mala nutrición,
que desayunan escasas veces, que hacen comidas muy desequilibradas, basadas en
productos baratos y que requieran poca elaboración, puesto que el cocinado y la
conservación de los alimentos, conlleva un gasto energético inasumible para la familia.
La mala alimentación solo es
una de las consecuencias, quizás la más importante, porque puede afectar seriamente
al desarrollo físico y a la salud de los menores, pero no debemos pensar que este es el único
efecto. La precariedad en los ingresos, conlleva una situación de difícil
acceso y/o conservación de la
vivienda, conlleva pobreza energética y
escasez de acceso a las tecnologías
digitales, limitaciones importantes en el
vestido y el calzado y nula inversión cultural, formativa, de ocio y deporte…
con la consiguiente situación de falta de normalidad social que todo esto
produce.
La sociedad navarra, que
siempre ha destacado por su compromiso social, desconoce, en muchas ocasiones,
la gravedad de estas situaciones que afectan en especial a las familias que
carecen de una red de apoyo familiar o social.
Es necesario que la
Administración responda a estos casos con una mayor agilidad. En muchas
ocasiones, estas familias no cuentan con “el colchón para cuando vienen mal
dadas”. Gestionar ayudas requiere un tiempo, pero estas familias no disponen
del tiempo que tarda la Administración en gestionar las ayudas. Por ello es
importante que, ante situaciones
excepcionales como estas, las respuestas de la Administración sean agiles, para
evitar con rapidez la caída vertiginosa en la pobreza infantil.
La sociedad debe exigirle a
la Administración que en casos de urgencias, la respuesta sea rápida, a modo de
ejemplo, cuando acudimos a un centro de salud con un virus grave y contagioso,
la respuesta es siempre inmediata, no hay tiempos de espera administrativos ni
de gestión, ante una urgencia vital hay una respuesta inmediata y eficaz.
Deberíamos crear algún mecanismo similar, rápido y eficaz, que evite la caída
en la pobreza y la exclusión social de estas familias.